domingo, 10 de febrero de 2013

¿Cuál es el trasfondo de las demandas de Calama?



Durante el año 2011 y 2012 hubo grandes movimientos sociales, dentro de los cuales se encuentran los que fueron llevados a cabo por la gente que habita en las ciudades de Calama y en la región de Aysén.

Pese a sus diferencias, dichos movimientos sociales presentan grandes características comunes y representan una sensibilidad que se expande a lo largo del país y con mayor énfasis en las comunas y ciudades alejadas de Santiago. De hecho, es posible que el sentimiento de postergación y autonomía sea directamente proporcional a la distancia que hay de la capital. Para argumentar mis ideas, me centraré en las demandas de Calama, ya que es la realidad que conozco más y de la cual tengo más datos.

¿Cuál es el trasfondo de sus demandas? A mi juicio, sus demandas se deben entender en un doble plano, combinando pretensiones de reconocimiento y redistribución. La primera dimensión es más abstracta y compleja a la vez, ya que tiene que ver con la necesidad de pertenencia, protección de costumbres y cultura local, que distan bastante de los que se promueven a nivel central. En ese sentido, un dato a tener en cuenta, es que en Calama la cantidad de personas que se declara ser parte de una etnia indígena es de un 13,11% de la población[1], superior considerablemente a la media nacional (7% aproximado). Estas serían las demandas de reconocimiento[2].  

La segunda, dice relación con la debida correlación que debe existir entre los ingresos que se generan en el lugar y la calidad de vida que se tiene. Relación que dista mucho de ser equilibrada. Por ejemplo, si lo vemos en términos de la riqueza per cápita que se produce en Chile, la Región de Antofagasta, aporte tres veces más (17,7%) que el promedio nacional (5,3%) y más del doble que la Región Metropolitana (6,2%). Para una mejor ilustración cito lo señalado en el informe territorial de la Biblioteca del Congreso Nacional:

“En términos de PIB regional per cápita, la Región de Antofagasta genera un valor tres veces superior al promedio nacional, seguida por Tarapacá con un PIB per cápita que duplica el promedio nacional”[3].

Pese a lo anterior, la ciudad de Calama presenta un índice paupérrimo de calidad de vida. Según estudios que miden la calidad de vida de las comunas, con variables que toman en consideración: espacios públicos y áreas verdes, calidad de educación, salud, transporte y seguridad. De 66 comunas medidas, Calama aparece recién en el lugar 50[4]. Estas serían demandas de redistribución.

¿Son justificadas las razones de fondo de sus demandas?  Si examinamos las demandas de Calama, bajo la óptica propuesta, podemos concluir que ellas no son fruto del capricho de sus habitantes. En el plano de la redistribución, la justicia de sus demandas es clara y se da en el simple hecho de que sus habitantes, en lo que se refiere a los recursos para administrar y gestionar su vida en común, es decir, la vida diaria en su ciudad, no es equilibrada en razón a la riqueza que generan. Una relación es justa cuando lo que se genera y lo que se obtiene, se encuentra en equilibrio o en un grado de desequilibrio aceptable. En cambio en éste caso, el desequilibrio no es aceptable y no se esgrime una razón justificable para ello.

En cuanto a las demandas de reconocimiento, la justicia de las demandas, se da en el hecho, del menosprecio constante y permanente que ha sufrido la cultura nortina, su historia y forma de vida por parte del resto del país. No vale la pena reproducir la forma despectiva en la que se refieren a los habitantes del norte, la gente que habita el centro de Chile. De igual forma, no existe el debido respeto en las condiciones de trabajo y medioambientales que tienen ciudades como Calama. Ello se expresa –entre muchos otros ejemplos que se podrían dar- en el desprecio que han tenido las autoridades e instituciones, en el cuidado del medio ambiente y salud de las personas que habitan en el norte. Como señala Taylor:

“El reconocimiento debido no sólo es una cortesía que debemos a los demás: es una necesidad humana vital”.[5]

¿Soluciones? Tomando en consideración el trasfondo del problema, podemos abordar sus soluciones bajo tres ópticas. La primera es negar la existencia de las dimensiones del problema que he planteado y pensar que las movilizaciones de la población de Calama y otras, sólo responden a los intereses políticos de sus dirigentes. Esta es la óptica que tiene la derecha y en especial la UDI. Ella se puede apreciar en el documento de su think tank: Libertad y Desarrollo, en el cual se preguntaban si las movilizaciones de marzo de 2012 eran justificadas. Luego de constatar de que el “nivel de vida” de los calameños era muy superior a la del resto del país -sólo considerando los salarios de sus habitantes-, concluyen que sus demandas son injustificadas y responden a “intereses” políticos. Al respecto señala el informe de Libertad y Desarrollo:

“El llamado a movilizarse de Calama muestra nuevamente que los petitorios de los dirigentes responden más a inquietudes políticas que a las necesidades locales. Siendo legítimo el derecho a expresar sus opiniones, nos parece que las demandas tienen un límite cuando las personas que las exigen tienen un nivel de bienestar muy superior al resto de los chilenos”[6].  

De esta forma, las soluciones que plantean desde dicho sector político, se hacen desde la negación del problema y por ende de la comprensión de las pretensiones de los movimientos sociales como los de Calama. Con ello sus propuestas –por ejemplo: Ley Calama del Diputado Felipe Ward- son insatisfactorias y no entienden las dimensiones de las demandas realizadas por el movimiento social de Calama.

La segunda forma de abordar el asunto, es mirar sólo una de las dimensiones del problema, siendo a primera vista las demandas de redistribución, como las más llamativas. Así las propuestas de Fondenor y recursos permanentes de las utilidades que genera la extracción de cobre, podrían ir en el sentido correcto a corto y mediano plazo, pero se volverían insuficientes a largo plazo, si no se combinan con políticas de reconocimiento.

La tercera perspectiva y que permite ver la completa dimensión de la cuestión, es sumar a las legítimas demandas de redistribución, políticas de reconocimiento. Estas políticas, implicaría otorgar mayores competencias a los territorios, dándoles la posibilidad de que puedan generar y gestionar sus propias políticas públicas. Implicaría entregar a las comunas y regiones poderes reales para el gobierno local. Estas políticas, son absolutamente posibles en el plano legal –con las respectivas reformas en las Leyes orgánicas que rigen la materia- y permitirían que las comunas y regiones, puedan gestionar debidamente las particularidades de sus territorios.

A mi juicio, la única forma de avanzar con paso firme en cohesionar nuestro país, pasa porque asumamos las diferencias que tiene en su interior y entreguemos los poderes y competencias respectivas, para que sean los habitantes de los respectivos territorios los que generen las políticas que estimen más convenientes. Políticas que apunten en la redistribución y el reconocimiento son las que se deben impulsar.



[1] Datos aportados por la Biblioteca del Congreso Nacional y disponibles en: http://reportescomunales.bcn.cl/index.php/Calama#Poblaci.C3.B3n_seg.C3.BAn_etnia_declarada_Casen_2003-2006-2009
[2] Sobre demandas de reconocimiento y su contenido ver –entre otros- a: TAYLOR, Charles. El multiculturalismo y “la política del reconocimiento”. Ciudad de México, Fondo de cultura económica, 246p. Asimismo, para revisar la tensión entre redistribución y reconocimiento, puede consultar: FRASER, Nancy y HONNETH, Axel. ¿Redistribución o reconocimiento. Madrid, Morata, 207p.
[3] Datos aportados por la Biblioteca del Congreso Nacional y disponibles en: http://siit2.bcn.cl/actualidad-territorial/pibregionalporsectores/document_view2
[5] TAYLOR, Charles. Ob., cit., p. 55.

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